
Tu siglo se muere de un mal imprevisto/ tu mundo está loco Señor Jesucristo, / ya no hay alma, verso, ni luz ni oración/ por eso te elevo mi plegaria santa, / desde el incensario de mi corazón. Estos fueron los primeros versos del aplaudido poema “Plegaria lírica” escritos en el año 1800, por el poeta manabita José María Egas, evocando a Jesucristo en momentos de suprema angustia como consecuencia de la dolorosa situación del mundo, después de la primera guerra mundial, desde la cual nacía y se propagaba el nacismo en el mundo, asomando de ahí en adelante la fiebre del apoderamiento político manejado a base de fraudes en los procesos electorales.
La violencia humana se ha apoderado de la mente de los delincuentes y reos, rebasando todos los límites que el ser humano puede imaginar, siendo la raíz de esta violencia el dios dinero que mueve los hilos de tanta gente de todos los estratos sociales.
Si doscientos años atrás, al mundo se lo sentía frenético y desequilibrado, ahora los hechos traspasan las barreras, en forma de demencia y enajenación, los seres humanos, unos entontecidos por el dinero, otros por el poder político y unos cuantos obnubilados por la maldita droga han tomado posturas de dioses disponiendo del don sagrado de la vida, ultrajándola y privándola a su manera y antojo.
Existe una ruina moral con ausencia de respeto a la vida, a sus derechos, a su dignidad, se ha hecho tabla rasa de las normas y principios de los tiempos bíblicos. La palabra moral ha perdido su valor; pero que valor puede tener en estos hombres que embrutecidos por la droga roban, secuestran, violan, matan. Qué significado puede tener en la boca de tantos embusteros que, por ocupar una dignidad o un cargo, la tienen a flor de labio, para luego ir a saquear, a robar.
En nuestro país las cárceles de un momento a otro se convirtieron en carnicerías, las calles son campos de batalla, y lo peor, al otro lado del mundo con prepotencia y soberbia, asoma un dios de barro, que, prevalido de su potencia y poder inicia una guerra que atenta la paz del mundo. Por todo esto, cómo no entender la lírica exclamación de José María Egas “Tu siglo se muere de un mal imprevisto, tu mundo está loco Señor Jesucristo.